-Buenos días señor Muñoz.
Me ha saludado
un varón de unos 45 años, mas bien bajo aunque corpulento con una poblada barba
oscura y de mirada inquisitiva y dura, no parece un cura, irradia seguridad en
si mismo y hostilidad, me recuerda a uno de esos Policías de las películas que
comen un bocadillo observando a un cadáver desmembrado, y que a los Díez
minutos de llegar, le están
preguntando a la viuda donde estaba ayer a las cinco de la tarde con la mujer
todavía llorando como una magdalena. Si supongo que eso es este tipo, un
Guardia frente a lo desconocido, un soldado de Dios.
-Buenos días, ¿el Padre Tamarit supongo?, el
Exorcista.
-
Si soy Vicente Tamarit, encantado de conocerle, la Conferencia Episcopal
me ha enviado para ponerme al frente de su caso, en el AVE y esta noche en el
Hotel, me ha dado tiempo a leer todos los informes. ¿ Cree usted en Dios
Ernesto?
- Hasta hace un mes solo creía en lo que
podía ver y tocar, ahora mi visión de la vida ha cambiado por completo, yo
mejor que nadie se que existe algo hay fuera llámelo Dios, Demonio, energía
extracorpórea o lo que sea. Y me han dicho que ustedes son los únicos que me
pueden creer, y sobre todo son los únicos que saben como luchar contra ESO.
-Eso, como usted lo llama, suponiendo que
sea verdad lo que ha declarado, son los espíritus de los Soldados fallecidos en
aquella fecha histórica y que habiendo muerto embriagados en odio hacia su
antepasado, puede que uno o varios de ellos con los últimos suspiros de la
vida, le ofrecieran su alma al Demonio a cambio de que este permitiera su
venganza. Y han estado doscientos
años en la famosa finca, esperando a que otro Muñoz les desafiara.
-Eso esta claro, no quiero ser incorrecto,
pero llevo un mes con pesadillas, eso cuando tengo suerte y puedo dormir. Como
va a solucionar el problema.
-Vamos, usted viene conmigo, ya que es una
persona tan directa yo seré igualmente sincero, si usted que es su objetivo no
esta presente no se manifestaran digamos que le necesito como reactivo.
-Reactivo, chorradas me quiere como cebo, y
la respuesta es no.
-Si le necesito para que actúen frente a mi,
llámelo como quiera, y esto no es negociable, no me gusta su actitud, a las
cuatro de la tarde estaré con mi conductor montado en el coche oficial del
Arzobispado preparados para salir desde la C/ de la Paz, a doscientos metros de
aquí, le daré diez minutos de margen, si no se presenta volveré a Madrid en el
primer AVE de esa tarde y usted permanecerá con “su problema” para siempre.
Evidentemente
me he visto obligado a aceptar el ultimátum son las cinco y media de la tarde,
estoy sentado en el asiento del copiloto para servir de guía, tengo una sensación extraña, estoy
entrando en el valle otra vez. Me había prometido no volver, y aquí estoy,
sentado en el asiento de atrás el Exorcista, no ha abierto la boca en todo el
trayecto, no le caigo bien y no se molesta en disimularlo, tampoco procura ser
amable con su subordinado, simplemente es el mismo, un ejecutor con una misión,
noto su mirada en el espejo central lo escudriña todo, estudia el paisaje,
reconoce el terreno.
Hemos llegado,
tras atravesar la verja que derribe con mi coche hace treinta días, aparcamos
frente a las ruinas de “la casa del francés”, la cual vemos que ardió hasta los
cimientos, nadie ha venido aquí desde entonces, o al menos no hay ninguna señal
de presencia humana, al menos viva.
-Es este el lugar ¿verdad?.
-Si , ya lo sabe Padre. No me contesta
ni me mira, el Exorcista comienza a dar vueltas a la casa, el conductor abre el
maletero del coche y saca un crucifijo, un recipiente con agua bendita, y el
orarium, me he documentado a conciencia de modo que reconozco todos los
objetos, Tamarit se pone su orarium de color morado entorno al cuello, por
encima de la sotana de manera lenta y ceremonial es un Samurai o un Matador de
Toros preparándose para entrar en acción, el conductor se santigua y le pasa el
crucifijo y el agua bendita.
Estoy
asustado, el Cura ha comenzado el Rito Romano de exorcismos, esta realizando la aspersión del agua
bendita sobre las ruinas de la casa, mientras inicia la oración letanica para
arrojar al Demonio, entonces todo volvió a empezar. Esta en el aire sobre
nosotros, el águila nos sobrevuela y noto como ha fijado sus ojos en mi.
-Padre cuidado están aquí.
-Silencio, cállese métase en el coche si
quiere, me ha interpelado el conductor.
-He recitado la palabra de Díos y te ordeno
irte de este lugar, dice el exorcista mientras pone sus manos sobre unas
vigas.
-Padre Nuestro que estas en el Cielo,
santificado sea tu nombre venga a nosotros tu Reino
Entonces
comienza a oírse un ruido intenso, no me lo puedo creer CABALLOS, me doy la
vuelta y de entre los olivos surge una carga de caballería. 15 o 20 soldados
con uniformes de época, a lomos de corceles negros se nos vienen encima con las
espadas desenvainadas y gritando como posesos. Corro a refugiarme en el vehículo, pero esta cerrado y el
conductor esta hechizado mirando a la Caballería fantasma que esta a menos de
doscientos metros.
-Hágase tu voluntad en la Tierra como en el
cielo, el Cura se ha puesto frente a los caballeros que se acercan a galope
tendido, reza el Padrenuestro, y levanta el crucifijo con las dos manos, ni
siquiera le tiembla la voz, esta loco o tiene un par de huevos, o las dos
cosas. Me lanzo al suelo, algo húmedo me toca el cuello…… joder es la cabeza
del conductor, lo han decapitado y su cráneo ha caído sobre mi espalda.
-SATAN TE ORDENO QUE TE ALEJES DE ESTE
LUGAR, TE LO ORDENO EN EL NOMBRE DE DÍOS, la Caballería fantasma traza
círculos entorno al Cura, pero no le tocan, corro ha ponerme junto a el,
silbido a mi espalda, me agacho, esquivando un sablazo, me giro y lanzo a la
cabeza del jinete lo único que tengo a mano mi llavero LUCHO CON UN FANTASMA,
esto es demencial.
-Ernesto pégate a mi, en el nombre de Dios
alejaos de este hombre inocente, yo os lo ordeno.
Me siento
bien, estoy en paz todo debe de haber terminado se acabo el miedo, finalizo la
angustia y el dolor.
Y me veo, debo
de estar unos cinco metros sobre el suelo, no se como ni por que. Abajo en el
suelo se encuentra mi cuerpo, tengo una brutal herida en el centro de mi pecho,
de la cual mana la sangre a borbotones.
Es mi cadáver,
el conductor del coche eclesiástico y yo yacemos en el suelo a unos metros de
distancia el uno del otro. Los jinetes fantasmas han desaparecido, y el Padre
Tamarit esta haciendo el signo de la Cruz con su brazo derecho a mi cuerpo,
mientras unas lagrimas resbalan por sus mejillas, a mi misma altura esta ella,
el águila, ya no hay odio en sus ojos, ni siquiera frialdad, se ha situado junto
a mi espíritu, y se que debo seguirla
el águila me guiara, no se donde pero no tengo miedo, pues todo termino.
Fin de Recuerdos de Águila.
En Valencia (España), a febrero de 2012.
Ernesto.